Sunday, March 27, 2011

El papel de Facebook en la revolucion arabe.

La elevada tasa de paro y la penuria económica, agudizada por la subida de precios de productos básicos, ha sido la primera bandera ondeada por los movimientos de protesta en Túnez, Egipto, Jordania y Argelia. Las protestas han cristalizado en torno a fechas elegidas más o menos al azar, y difundidas gracias a los móviles e internet. Sin estos instrumentos —sumados al acceso de grandes masas de la población a la televisión por satélite— son impensables las revoluciones del mundo árabe.
Túnez cuenta con una población ligeramente superior a los seis millones; casi un millón y medio están en la red social de Facebook. Egipto, con una población de 80 millones, cuenta con cinco millones de usuarios de Facebook; una quinta parte accede a la red social a través de su teléfono móvil, lo que explica el alto grado de coordinación de los manifestantes en la plaza de Tahrir. El fenómeno se repitió en las principales protestas de Yemen, Jordania, Argelia y Marruecos.
El papel del Ejército es otra de las claves que explican el «contagio» de las revueltas árabes. Las Fuerzas Armadas tunecinas se negaron a disparar sobre sus compatriotas y forzaron la huida del dictador. Egipto volvió a repetir la historia. Su ejemplo ha alentado a muchos árabes a salir a protestar para tentar la misma suerte. Donde las milicias y fuerzas policiales son más pretorianas, la dictadura resiste. Es el caso de Gadafi en Libia, posiblemente el de Assad en Siria; y especialmente el del Irán de los Guardianes de la Revolución. Yemen está a punto de desmoronarse por las defecciones en el Ejército.
Todas las dictaduras árabes están en el punto de mira del proceso revolucionario, pero los primeros cien días muestran cierta cadencia. Algunos países han calmado la fiebre con cambios de gobierno o inyectando subsidios a la población, aunque pocos naden en petrodólares. Parece también evidente que las autocracias más vulnerables son las tiranías laicas —Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Argelia— y no las monarquías absolutas; en especial las coronas que gozan de mayor legitimidad por historia o por su alianza con el estamento clerical musulmán. Marruecos y Arabia Saudí respiran.

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